Una latina en academia: mis obstáculos y alegrías

Escrito por Verónica Rendo

La participación de la mujer en ciencia es una prioridad global. Ya han pasado seis años desde que la UNESCO decretó el 11 de Febrero como Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Como investigadora académica, es un día que evoca sentimientos de celebración y agradecimiento, un momento para reconocer el rol de la mujer científica en el avance de la ciencia. Sin embargo, es también un día de reflexión, un momento para pensar que la desigualdad de género sigue siendo una desafortunada característica de mi terreno profesional. El hecho de que menos del 30% de investigadores científicos en el mundo sean mujeres refleja la necesidad de celebrar la diversidad cultural y de género como pilares de creatividad e innovación en un ámbito profesional que tanto lo requiere.

Mi mundo académico. En Abril de 2013 decidí dejar mi país, Venezuela, para cruzar el Atlántico y comenzar un doctorado en Suecia. Fue el comienzo de un periodo de investigación arduo, donde mi motivación día a día fue conseguir mejores alternativas para tratar a pacientes con cáncer. En un abrir y cerrar de ojos es 2021 y me encuentro continuando mi investigación como postdoctora en Harvard Medical School (Boston, EEUU). Dejar el país que me lo dio todo fue, a nivel personal, uno de mis mayores sacrificios. Pero a nivel profesional, fue tanto un privilegio como necesidad. 

Vivimos en un mundo donde cada día es más posible exponerse a distintos ambientes académicos. A través de una pasantía, un año de intercambio, una conferencia o incluso una video llamada por Zoom es posible establecer redes de colaboración, redes que conectan a dos o más investigadores con un mutuo interés por entender y vencer una enfermedad. En mi vida, han sido estas las oportunidades que me han permitido explorar como la genética del cáncer se estudia a detalle en un laboratorio en Europa, Asia o América. Lamentablemente, son también las oportunidades que me han hecho entender que esta comunidad tan dinámica y vibrante sufre de una fuerte disparidad de género. De hecho, la fase profesional en la que actualmente me encuentro, el postdoctorado, representa el mayor punto de transición de una mujer investigadora. Es básicamente el momento de decidir si academia es una opción de carrera real o no. Por definición, el postdoctorado es un periodo de tiempo en el que una persona con doctorado (PhD) entrena bajo la supervisión de un líder en el área de investigación, con la idea de desarrollar una línea de investigación independiente que permita establecer un laboratorio y grupo de investigación propio. Es un periodo profesional que ha producido descubrimientos científicos relevantes, como por ejemplo el desarrollo de vacunas de ARN mensajero que ha protagonizado la respuesta global a la pandemia actual. ¿Por qué, entonces, hay tan pocas mujeres en ciencia que deciden no continuar por esta vía profesional?

Los obstáculos. El postdoctorado es una posición que tiende a tener baja remuneración salarial y que usualmente no refleja las arduas horas de trabajo que son requeridas durante los días y, muchas veces, días y fines de semana. Es adicionalmente un periodo de tiempo donde tu salario depende de grants o financiamiento externo, lo que se traduce en un alto nivel de inestabilidad económica y profesional a largo plazo. No creo que las mujeres estemos menos capacitadas que un hombre para manejar las incertidumbres de academia, pero considero que el sistema dificulta que una mujer pueda ir a la par de un hombre en los procesos de aplicación para escalar cada rango académico. Algunos obstáculos que personalmente he identificado son:

- Disparidad en oportunidades de financiamiento, al que grupos minoritarios (como mujeres latinas inmigrantes) raramente tienen acceso. Dado que la investigación es raramente una carrera factible en Latinoamérica, la investigación tiende a darse en otros países en condición de inmigrante. 

- Falta de role models, mujeres latinas que puedan compartir su experiencia navegando cada paso de su carrera profesional y personal.

- El equilibrio entre vida profesional y personal, sobre todo si como mujeres queremos ser madres durante este periodo de tiempo.

- El “síndrome del impostor” que preferencialmente padecemos las mujeres, y que nos privan de aplicar a oportunidades que nos merecemos.

Mi mayor sorpresa ha sido darme cuenta de que la disparidad de género en academia no es un problema venezolano, sino global. ¿La solución? Creo que la misión de las mujeres en academia no debe limitarse a hacer un excelente trabajo científico, sino a desenvolvernos en nuestra arena para motivar e impactar las decisiones profesionales de la nueva generación de investigadoras. Somos nosotras mismas las que debemos combatir nuestras inseguridades profesionales y establecernos como modelos a seguir. Con el incremento de mujeres en ciencia podrá entonces incrementar la igualdad en oportunidades laborales y de financiamiento.

Las alegrías. ¡No todo es gris! Como mujer latina en academia, me siento increíblemente afortunada de trabajar en un ambiente donde la diversidad y la igualdad de género son conceptos cada día más reconocidos y celebrados. Soy fiel creyente de que la innovación a nivel científico proviene del trabajo en conjunto de individuos que provienen de culturas diferentes y por ende pueden compartir experiencias únicas. Con el incremento de oportunidades de financiamiento dedicado particularmente a mujeres en ciencia, me mantengo optimista de que más investigadoras, en particular latinas, consideren la academia como un camino profesional válido y realista. Mientras esto ocurre, debemos empoderarnos y apoyarnos mutuamente. Debemos luchar activamente por ser las agentes de cambio que nosotras mismas deseamos ver cuando comenzamos el camino académico. Debemos atrevernos a pedir lo que nos merecemos, a no dejar que otros se lleven el crédito de nuestras acciones. Debemos entender que la vulnerabilidad es nuestro súper-poder, que compartir nuestros sueños y miedos nos permite conectar con otros profesionales. Debemos atrevernos a hacer preguntas en esa reunión de trabajo, ser activas en la manera en la que nos comunicamos y establecemos redes de colaboración. Y sobre todo, celebrar las victorias por más pequeñas que sean, reconocer el impacto de nuestro trabajo en la sociedad. 


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