Transitar la cuarentena con aplicaciones de citas


Autora: Milangela Balza.

—Vamos a jugar dos verdades y una mentira. Te digo tres descripciones mías y tú tienes que averiguar cuál es la mentira.

A Andreina le encantan los juegos, donde haya competencia, le encanta ganar, hace todo, todo, por ganar, empuña sus dos manos, las sacude dos veces cuando dice “todo”, se acerca a la cámara de su celular y sonríe ampliamente, como si estuviera a punto de vencer a su contrincante en una próxima jugada.

Con su trabajo detenido en una galería gastronómica en Málaga, España, debido a la cuarentena del nuevo coronavirus, Andreina tuvo más tiempo libre así que volvió a instalar Tinder en su celular, la aplicación para conocer gente número 1 en descargas según App Annie. Si tiene mucho trabajo, desinstala la aplicación. Si tiene mucho tiempo de ocio, como en la cuarentena, la vuelve a instalar, y así sigue. Gracias a Tinder, Andreina ha hablado con varias chicas, pero solo con una ha jugado dos verdades y una mentira.

—Estas son mis tres descripciones: salté en paracaídas, soy hija única, viví en Panamá. ¿Cuáles la mentira?

—Que saltaste en paracaídas.

—¡Sí! Me dan miedo las alturas. Bueno, llevas un punto. Si te equivocas, viene una penitencia… cuando nos podamos ver, ¡vamos a un karaoke!

—¡Tú estás loca! A mí no me gustan los karaokes, yo no voy a pasar pena jajajaja.

—Bueno, no importa, yo hago el karaoke, no me cuesta nada jajajaja.

Andreina tiene 33 años, es extrovertida. Le gusta mucho bailar sola y no le da vergüenza bailar con gente que no conoce.

—Las conversaciones en las aplicaciones han cambiado porque hasta hace dos semanas no sabíamos cuándo íbamos a salir a la calle de forma regular. No podíamos decir ‘vamos a cuadrar para vernos este fin de semana’ —. Andreina es venezolana y tiene un año y cuatro meses viviendo en España.

En medio de la cuarentena y el aislamiento social, el mundo de las citas se ha volcado a las plataformas digitales. Ya no se trata de intercambiar un par de mensajes para luego concretar la cita en un bar o café, sino de compartir cenas a través de Zoom, ver una película en simultáneo y enviar comentarios de la misma a través de WhatsApp o simplemente mantener conversaciones más largas.

Lo dice Tinder que, el pasado 2 de abril, anunció  que las conversaciones diarias en esta aplicación, aumentaron un promedio de un 20% en todo el mundo, y la duración promedio delas conversaciones eran un 25% más largas. Ok Cupid, otra de las aplicaciones populares para conocer gente, también compartió sus números el pasado 4 de abril: los “matches” o las coincidencias de “me gusta” entre dos personas incrementaron en un 10% y las conversaciones, más de un 20%.

* * *

Es un jueves de principios de mayo.

—Mirá, ¿qué vas a hacer mañana? —le pregunta el chico con el que ha estado hablando Reinaldo por casi un mes.

—¡Este carajo va a venir! —piensa Reinaldo, confiesa que tiene los nervios de punta—. No, no, no vengas —le escribe al chico por WhatsApp.

—No, no voy a ir, dame la dirección de tu casa.

Reinaldo le da el nombre de la calle en Vicente López, en la provincia de Buenos Aires, y la altura de la calle.

—Bueno, pero dame el piso y el departamento.

—No, porque te vas a aparecer.

—No, no me voy a aparecer, te voy a enviar algo.

—Ah, bueno, está bien, si va a ser así, sí.

—Sé que vos, como venezolano, cenás temprano —le dice el chico argentino a Reinaldo—, así que no comás porque mañana vamos a cenar juntos.

Casi un mes después, Reinaldo narra este día.

—Agarré, mi amor, ¡yo me puse bella!, como una estrella, como una camella —sonríe ampliamente—. El viernes, fui, me bañé, me sequé el pelo, me arreglé todo para mi cita. Estaba recién bañadito, peinadito. Me dice que el pedido estaba en camino. Cuando llegó, marica, que bajo a buscarlo… ¡una bandeja de sushi!, y yo así tipo —abre la boca en modo de sorpresa— subí demasiado feliz al departamento y cenamos por vídeollamada.

Reinaldo siempre está haciendo reír a todos. El año pasado trabajó como chofer de la compañía Uber y cuenta que sus pasajeros no sabían si pagarle por el viaje o por las risas. Una amiga le preguntó qué diferencia tenía este chico con los otros con los que había hablado, y lo particular es que él, antes, era el que siempre tenía que hacer reír o el que tenía algo para contar y, ahora, después de más de dos años, este chico es la persona que lo sorprende, le hace reír y que de verdad lo llena de algo nuevo.

No es la primera vez que este arquitecto de 33 años usa las plataformas digitales para iniciar una relación. Su primer novio,cuando no tenía ni 15 años —coloca una de sus manos cerca de su boca como si fuera a contar un secreto— lo conoció por el sitio webmipunto.com. Lo recuerda como una conexión hermosísima. Ahora, casi 20 años después, usa las aplicaciones móviles para conocer a otros, como Tinder y Grindr,esta última destinada a personas gays, bisexuales y transexuales. Sin embargo,cuando comenzó a usarlas se sentía muy incómodo.

—En Grindr, tú recién sales al mercado y te mandan la foto del culo, de las tetas, te mandan un repertorio como un catálogo de Avon, y tú, pero ya va, yo quiero ver algo que yo quiera ver, pará un cachito —simula el acento argentino—. Me pareció súper fuerte, súper invasivo y la cierro. Me abrí Tinder. Me habían dicho, no, Reinaldo, abrirte Tinder es otra cosa, es como otro target, las personas están buscando algo más tranquilo. Me abro Tinder, incluso pago la suscripción, pero para nada porque resulta que están los mismos que Grindr. El mismo que quería coger, el mismo que te mandaba la foto de la paloma, la foto del culo, estaba en Tinder.

Cerró las aplicaciones durante un tiempo. Disfrutaba mucho su propia compañía, estar en su casa, ver la serie de televisión Grey´s Anatomy, cocinar postres, tomar duchas largas, ir un fin de semana al Río de la Plata o a un Café. Llegó el momento en el que se sentía completo, pleno, feliz y quería compartir esa felicidad con alguien más. Cada vez que se dormía repetía una especie de mantra que unas amigas le aconsejaron:“yo tengo un corazón completo para acompañar a otro que esté en las mismas circunstancias. Yo no vengo a reparar a nadie, ni nadie me tiene que reparar a mí”.

Abrió Tinder de nuevo. Antes de conectar con el chico argentino, Reinaldo habló con otras personas en esta cuarentena. Le sorprendió que muchas de ellas estaban conectadas en la madrugada. Le preguntaban si estaba disponible, querían hablar porque tenían insomnio, porque estaban nerviosos por el trabajo, porque estaban en casa y extrañaban salir. Como es venezolano, mostraban interés por la situación de su país, primera vez que querían saber tanto por Venezuela. También le preguntaban por su trabajo en el departamento de ventas de una marmolería, por cómo lo hace en condiciones normales y cómo lo está haciendo, ahora, desde casa.

—Me parece bueno porque en estas redes uno se siente como un pedazo de carne —esta vez no bromea. Habla pausado, enfatiza las palabras —. Esta cuarentena nos va a servir a todos desde cualquier punto de vista, inclusive a todas aquellas personas que están buscando o deseando a alguien, lo pueden encontrar de la manera más bonita, si es lo que está deseando, porque pasó tiempo de manera obligada con él o ella misma. O se va a dar cuenta de que no necesitaba buscar a alguien. A mí me sirvió para ver que yo estaba muy tranquilo conmigo, tan tranquilo como para decir ahora sí puedo recibir a alguien porque quiero compartir mi tranquilidad. Me siento bien y lo quiero compartir con otra persona para que los dos nos podamos sentir mucho mejor.

De fondo, se escucha un maullido de su gata Cata, la única que lo acompaña presencialmente en esta cuarentena.

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El miedo y la frase “no aguanto la soledad” es lo más frecuente que ha escuchado la coach ontológico Anabella Olivera en sus sesiones durante la cuarentena.

Las paredes de su estudio son blancas. Sobre una de ellas resalta una pintura en color negro: siluetas de árboles semidesnudos, hojas al aire y algunas aves volando libremente, como si alguien hubiese capturado el atardecer en un parque en uno de los últimos días del otoño. Ese es el ambiente que envuelve el encuentro con sus asesoradas.

Los motivos de ese miedo pueden ser diferentes en cada persona, entonces ella les pregunta “¿a qué le tienes miedo? ¿miedo a contagiarte? ¿miedo a la muerte? ¿miedo a la soledad?”. En las sesiones, en lugar de hablar del pasado, se concentran en el ser que están siendo hoy para tomar acciones con vista hacia el ser en el que se quieren convertir. Esa es la diferencia del coaching con la psicología, aclara Anabella.

Fuera de la cuarentena, la consulta principal que recibe es “quiero que me ayudes a encontrar pareja”. Entonces el trabajo que inicia con esa persona es el de introspección porque, asegura, la relación principal que tiene que construir es con él o ella misma. Y la soledad, como en estos días de cuarentena, es el mejor momento para este proceso.

—Si yo en esta cuarentena aprendo realmente a amigarme conmigo, con mi compañía, a disfrutarme de estar sola, de estar solo, cuando salga al mundo… ¡Dios mío!  —abre los brazos, sonríe, deja ver su personalidad extrovertida que aprendió en sus años de teatro.

Lo cuenta por experiencia. Conoció a su pareja actual por la aplicación Tinder hace casi dos años, unos meses después de su cumpleaños número 38 que disfrutó a plenitud ella sola. También había pasado por el típico proceso de instalar y desinstalar la aplicación, no congeniaba con nadie, pero con el tiempo entendió que estaba en una búsqueda desesperada, no estaba vibrando en una energía de amor, de respeto ni de validación hacia ella misma.

Por eso, ante cualquier deseo de una persona,en este caso de una pareja, invita a que primero se pregunte ¿para qué quiere esa pareja? No “por qué”, porque el por qué se refiere a la causa, al pasado,mientras que el “para qué” habla del futuro, de la acción que puede tomar hoy para obtener lo que desea.

Específicamente, antes de registrarse en alguna de las aplicaciones de citas, recomienda hacerse tres preguntas: ¿qué estoy buscando?, ¿para qué lo estoy buscando? y ¿desde qué lugar lo estoy buscando:desde la necesidad o desde el compartir?

—Si yo estoy queriendo conectar con otra persona a través de la escasez, desde lo que yo no tengo, voy a tener lo que tengo. Es mejor conectar desde la abundancia, de decir, soy una persona feliz y quiero compartir esa felicidad con otro para que se expanda esa felicidad, para multiplicarla, para compartir la vida, para quesea una pareja —la última palabra la menciona separada en sílabas y enfatiza cada una.

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A veces ese para qué o el motivo para mantener conversaciones más duraderas en las aplicaciones de citas en esta cuarentena —y fuera de ella—,  no tiene que ver con una conexión emocional, sino más bien física.

Es un viernes de finales de mayo.

Nathalie está terminando de almorzar, son las 2 de la tarde en Medellín, Colombia. Ella decide cuándo tomarse una pausa en su trabajo porque tiene su propia empresa, una distribuidora de equipos de kárate. Sin embargo, cuando les dice a los chicos que conoce por Tinder que es independiente profesionalmente, el ritmo de la conversación disminuye y se alejan.

Ella es venezolana, tiene 33 años. Por lo que ha notado, en los dos años y medio que lleva viviendo en Medellín, cree que los chicos se alejan porque en general las mujeres en la ciudad no buscan emprender proyectos por ellas mismas. Ella no solo les cambia el prototipo en lo profesional, sino también en el aspecto físico: es alta, tiene cabello enrulado y corto, mientras que allá suelen llevarlo liso y hasta la cintura.

En la cuarentena, ha usado muy poco la aplicación, pero casi todos con los que ha hablado solo han querido sexo o,mejor dicho, sexting.  

—Yo no sé si es el tema de la cuarentena, el encierro… yo sé que la aplicación se presta para eso, pero, por lo menos, engáñame un poquito, no así tan directo, trata de endulzarme la cuestión, invéntate algo, por favor, pero nada, nada, nada —se ríe en un son de picardía y deja ver los frenillos en sus dientes—. Yo no tengo problemas en hablar del tema, pero cuando es un extraño,yo digo que, por lo menos, trate de manejar la situación un poquito más.

Van como tres años desde la primera vez que se registró en Tinder. Hay veces que la usa con mayor frecuencia que en otras,todo depende de su trabajo, no ha conseguido una pareja, pero sí dos buenos amigos: un argentino que vive en Medellín y un venezolano que vive en Bogotá.

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Las conversaciones han aumentado en las aplicaciones de citas durante la cuarentena, ya sea para buscar a un amigo enmedio de la soledad, una relación estable o una noche casual. Más allá del objetivo—o el para qué, diría Anabella—, se trata de un vínculo con un otro yes importante tener responsabilidad afectiva: ser sincero con lo que se quiere y comunicárselo a la otra persona, esta última decidirá si mantiene el contacto o se aleja en función de lo que él o ella también desee.

—Si tú no eres claro contigo mismo, no puedes ser claro con los demás, y ahí es donde salen las deshonestidades, los malos ratos. Si tú le exiges a la persona ser sincero y tú eres sincero, se pueden evitar muchas cosas. En el mundo del dating (citas) por ser tan rápido y tan inmediato, se nos ha olvidado ser sinceros —reconoce Madelein Rossell. Ella es activista de género que promueve el uso de las aplicaciones de citas de forma segura y empoderada.

Madelein es morena, tiene el cabello rulo,abundante de color cobrizo. Sabe que eso y su sonrisa son sus mayores atractivos, así que es lo principal que muestra en sus fotos de las aplicaciones de citas. El nombre que usa Andreina en su perfil de Tinder es “Ina”. Nathalie tiene escrito en su biografía que mide 1,72 metros porque se lo preguntan con frecuencia. Reinaldo escribió una cita que vio una vez en una galería fotográfica: “encontrar un par de ojos que nos convoque y nos nombre hasta que podamos reconocer el sonido de nuestro propio idioma”. Todos aprovechan las herramientas tecnológicas para transitar esta pandemia de la Covid-19 con un vínculo más o menos estrecho con un otro.
Fuente: historiasdeverdad.info