De Caracas a Chile en barco

Escrito por Yubisay Pulido

Salí de Venezuela, el 30 de octubre de 2016. 

Dicen que la ignorancia es atrevida. Y a mis 25 años, yo tenía mucho de ambas. Con 120 dólares y unos pocos bolívares en el bolsillo, decidí empezar la vida en otra parte, en cualquier parte.  Mi plan original era Manaos, una ciudad portuaria de Brasil, donde probablemente podría ejercer mi profesión de tributarista. Sólo cuando llegué ahí, comprendí que no podía quedarme en un sitio donde no conocía a nadie, sin empleo y casi sin dinero.  Así que decidí seguir de largo y agregarle cinco mil kilómetros a mi aventura, para llegar -por barco- a Santiago de Chile. Ahí había una cama y un abrazo esperando por mí. Eso hizo toda la diferencia.

Visto a la distancia, todo huele a disparate.  Pero me aferré con ganas a mi plan y seguí adelante. Supongo que el universo comprendió que la cosa iba en serio, porque en cada paso del camino, aparecía un ángel que me daba el empujón hasta el próximo destino. El primero, apareció prontísimo, en mi primera parada: La Terminal de autobuses de Boa Vista.

Mi prima Liliana, es hija de una hermana de mi mamá que se llama Lucy, mi tía me prestó 200 reas y ese dinero me lo iba a dar un amigo de ella en Boa Vista, la idea era llegar al terminal y encontrarme ahí con el para que luego yo continuara a Manaos, pero el hombre jamás apareció. Ahí es donde entra Liliana, malabarista y nómada de oficio. Por cosas de la vida ella estaba llegando de Rorainopolis y nos conseguimos en la terminal de buses. Con ella me fui a dormir en la hamaca más inmunda que haya conocido nariz alguna. Era eso, o el piso por donde correteaban las ratas en la noche. De ahí salí con una piquiña infernal, que luego supe que era sarna. 

A la mañana siguiente, fuimos a buscar al hombre del dinero y con lo que me entregó llegué apenas a Manaos. Aún tenía los 120 dólares y 245 reais. En resumen, un poquito más de una miseria. Sola y con un muy irregular portugués, decidí seguir de largo y llegar a Chile. Mi plan B estaba en marcha. Vi la ruta en el blog de unos venezolanos, que hicieron el recorrido con 200 dólares cada uno (https://viajarenbus.com.ve/viajar-en-bus-a-chile-con-200-dolares/)  “Me cansé”, me dije a mí misma. Yo no tenía tanto, pero ya estaba en Manaos y supuse que partiendo desde ahí no saldría tan caro y pensé en buscar trabajo en las paradas que hiciera. Pero estaba equivocadísima. 

Mi próximo destino era Porto Velho. Para llegar ahí, tenía dos opciones: un autobús por la selva (el viaje duraba 3 días) o me podía ir en Barco, navegando parte del Rio Amazonas y del Rio Madeira (6 días de viaje). Ese pasaje incluía las 3 comidas y tenía 6 días para pensar. Ganó el barco. 

Tomé un taxi hasta el puerto, sólo para descubrir que el barco no salía del lugar donde compraba el pasaje, sino de otro puerto y que el pasaje costaba más de lo que tenía. Y ahí está mi segundo ángel: le conté al vendedor que no tenía más dinero. Me dejó el pasaje en 230 reais y me pagó el taxi para que me llevara al otro puerto. 

El barco era enorme. Tenía 4 camarotes para los empleados, una cubierta grande donde llevaban muebles, mercancía, autos etc. Encima estaba el lugar donde dormían los pasajeros que no era mas que una cubierta con hamacas. Como yo no tenía, tomé unos cartones, armé un lugar donde poner mis cosas y ahí dormí dentro de mi sleeping bag.

Para ese momento me quedaban 100 dólares, que para mí ya no existían porque sentía que ese era mi pasaje para entrar a Chile. En el barco la sarna que tenía en los brazos cada día se ponía más intensa. Sólo podía “calmarla” mientras me bañaba o tenia los brazos húmedos. 

En el barco, viajaba mi tercer ángel, un diácono llamado Mauricio. Una tarde hablando con él y algunos pasajeros les conté que no tenía dinero, pero que cuando llegara a Porto Velho, iba a buscar un trabajo temporal y que con eso pagaría mi próximo pasaje a Río Branco. En medio de la conversación me invitaron a trabajar como cocinera en una mina por 1 semana. Me pagarían 3000 reais, pero en Venezuela yo tengo unos amigos que tenían una mina y contaban que muchas veces las cocineras se tenían que acostar con los “patrones” y le dije que no, porque yo sabía eso y que no tenía intenciones de acostarme con nadie. Aquel hombre entonces me dijo que nunca más volviera a decir que iba a trabajar de lo que fuera porque yo no estaba dispuesta a hacer cualquier cosa. Y no, no estaba. Ese mismo hombre me contó que una vez se había ido para Rio de Janeiro y para regresar paso por una iglesia y pidió ayuda y ahí le pagaron el pasaje, que si lo habían hecho con él, más rápido lo hacían conmigo que era mujer y Mauricio, que estaba escuchando, me dijo que eso era verdad. 

Estuve 5 días en el barco porque cuando llegamos a Humaitá, Mauricio me dijo que me bajara con el ahí ya que estaba viajando con su auto y que estábamos a solo 3 horas de Porto Velho y a 1 día en barco y que así el me dejaba en la iglesia para que me ayudaran y me fui con él.

Llegamos a la iglesia y me pagaron el pasaje para Rio Branco, me despedí de Mauricio en la terminal de buses, me regaló 100 reais y me dio su bendición. 

En este lugar conocí al señor César, un peruano que había vivido en Venezuela y fue el ángel más grande que me conseguí. Este señor iba también para Rio Branco, pero él se iba en taxi y luego de que le conté mi historia me dijo que el me buscaría en la terminal de Río Branco al día siguiente a las 9 am para llevarme a una iglesia, para que hiciera lo mismo que hice ahí, al final el pasaje me lo terminó pagando él, la iglesia no me ayudó en ese lugar, ni en ningún otro. 

Un viaje de 2232 km, que terminaron siendo 7278 km y 18 días, la cosa menos planificada que he hecho en mí vida, pero agradezco profundamente no haberlo pensado, me mostró la fortaleza mental que puedo tener y la actitud ante la adversidad. 

Me dio sarna, me quedé sin dinero, me dejó un autobús en Bolivia, casi me dejan sin maleta, pero no me rendí jamás siempre tuve una luz iluminando mi camino. 

Llegué a Chile el 16 de noviembre con 10 mil pesos que me regalo un señor en el autobús de camino a Santiago.