Anatomía del Escándalo, la oportunidad pérdida de hablar sobre consentimiento
Escrito por María Corina Muskus Toro
Anatomía del Escándalo, la nueva serie en Netflix que trata sobre un caso de violencia sexual a manos de un parlamentario inglés, es una oportunidad perdida para hablar de consentimiento.
Para quienes no han visto la serie (intentaré no darles spoiler) les resumo el punto central: James y Olivia, quien trabajaba para James, tienen relaciones sexuales consensuadas. Luego de unos meses, James termina la relación y Olivia continúa trabajando para el parlamentario. Un día de trabajo, ambos coinciden en un ascensor, él la besa, ella lo besa, y él rápidamente la penetra. Ella no dice nada, pero sus gestos lo dicen todo. Al día siguiente, Olivia lo denuncia por violación y así comienza la serie. Por supuesto que Anatomía del Escándalo va mucho más allá de un delito de tipo sexual, hay poder, estatus social todos con un componente fundamental en el desenvolvimiento del caso.
La serie también dice mucho, aunque enseña poco a Olivia, quien denuncia haber sido víctima de violencia sexual. Ella aparece a lo sumo en dos episodios, se le escucha poco y el foco está en James, el acusado y su entorno familiar. La serie es el reflejo de cómo opera el sistema penal, ignorando a las mujeres que experimentan las violencias y quienes deberían estar en el centro de la discusión. En este artículo me enfocaré en argumentar como la serie es una oportunidad perdida para hablar sobre el consentimiento.
En primer lugar, quisiera hablar del entendimiento del consentimiento. En los 70’s, las feministas en Estados Unidos impulsan campañas sobre la violencia sexual que afectaba de forma diferenciada a las mujeres, y acuñaron el `No es No´, que se oponía a la tradición existente donde la mujer de forma pasiva aceptaba tener relaciones, como una tímida súplica a la persuasión cargada de erotismo. En consecuencia, el consentimiento fue popularizado mediante las campañas hablando sobre el rechazo al sexo. El slogan `No significa No´ se hizo y sigue siendo (desafortunadamente) muy famoso. Desde hace años capacitaciones y campañas, inclusive por Youtube, presentan el consentimiento como algo tan sencillo y simple como ofrecer una taza de café (versión inglesa) o una pizza (versión estadounidense). Sí, se explican de forma muy sencilla, pero es un concepto y una realidad mucho más compleja.
El problema con el `no es no´, aunque se celebra el reconocimiento de una problemática, es que se enfoca en que la mujer (con foco además muy heteronormativo) es la que podría rechazar el sexo. Todo ello asumiendo que la mujer no desea tener relaciones sexuales, y su capacidad está en rechazarlo. Esto por supuesto que tiene como origen una cultura que ha hecho que las mujeres inhiban por muchos años la búsqueda del placer sexual. No crean que es casualidad que solo por el 2000 fue que tuvimos el tamaño real 3D del clítoris. Entonces, el `no es no´ replicaría una dinámica de desempoderamiento donde la mujer de forma pasiva rechaza y no se plantea el consentimiento como una dinámica entre las personas donde existen roles de género involucrados.
En los últimos años, el desarrollo teórico sobre el consentimiento está enfocado en el acto sexual como un acuerdo, no sobre la ausencia de rechazo. Se explica entonces que modelos afirmativos como “Sí significa Sí”, vendrían siendo más apropiado para hablar sobre el consentimiento. Además de otros requerimientos como que el acto sexual, debe ser afirmativo, activo, continuo y entusiasta y puede ser retirado en cualquier momento. Como ocurre en la serie con Olivia. Se comienzan a hablar del acuerdo, de la participación igualitaria de las parejas, se requiere un acuerdo, sin coacción. Incluso de forma reciente en España, luego del famoso caso de la Manada -donde los jueces penales absolvieron a los acusados de violación sexual porque, al igual que en esta serie, la mujer no dijo que no- cambiaron su legislación a la “ley del solo sí es sí”, que incluye una definición concreta de consentimiento afirmativo. Por supuesto que, bajo ciertas causales, no podría existir consentimiento alguno. Por ejemplo, el consentimiento estaría viciado entre el director de un colegio de 47 años y una estudiante de 13 años. El consentimiento entonces podría estar viciado por intimidación, abuso de poder (incluida relación de jerarquía y desigual), privación de libertad, entre otras.
Sin embargo, la mayor complejidad del consentimiento y sus campañas es que se enfocan en la mujer, en prevenir que la mujer no sea violada, pero no se enfoca en quiénes son, en su mayoría, los perpetradores de estos actos: los hombres. En general y no podemos obviar que, cuando hablamos de sexo, hablamos de poder. Personas como, James, hombre, blanco, heterosexual y con poder, quien protagoniza la serie, nunca imaginó que Olivia podría rechazar el sexo, aún después de consentirlo en ocasiones previas.
Ahora volviendo a la serie, la guinda del helado es que al final, luego de que James es absuelto por violación, se realiza otra denuncia (no diré quién la hace) por un crimen cometido años atrás sobre delitos de drogas que, según nos hacen ver en la serie, conlleva a su detención. Esta escena para mi refuerza el hecho de que el derecho penal no es el espacio para que las mujeres accedan a la justicia, incluso ni para ser escuchadas, y le falla de forma continua a las mujeres. Es más fácil la persecución penal por otros delitos que cuando se trata de la violencia sexual. Para ello, hace poco escribí un artículo al respecto que les invito a leer.
En conclusión, el consentimiento es un acuerdo entre partes, es una línea muy delgada entre acuerdos verbales y no verbales, es personal, y es sumamente complejo. Por ello, mi crítica principal en esta seria es que el foco radica en que Olivia no se haya negado al sexo, es decir, no dijo la palabra ‘no’ para negar y rechazar el sexo. En palabras de Katherine Angel, “una vez que se cree que una mujer ha dicho sí a algo, no puede decir no a nada”. Así es que esta serie concibe el consentimiento, de forma errada y antigua, sin incorporar ni enseñar qué el acto sexual debe ser afirmativo, puede ser revocado y debe estar enfocado en el acuerdo, y no en el rechazo.
Publicado originalmente en Efecto Cocuyo